Aunque fuera diciembre y las atracciones estén cerradas, merece la pena ir a Coney Island. Aproveché la visita a Brookling para ir a ver este curioso lugar. Desde Manhattan puedes coger el metro y llegar directamente a Coney Island en unos 50 minutos, nada más salir de Manhattan el rail del metro pasa de ser subterráneo a ir elevado por encima de las casas, lo que te permite ir viendo gran parte de la ciudad.
Nada más llegar y salir de la estación de metro, te topas con un precioso mural y, casi a continuación, con el famoso Nathan’s, el lugar en donde nacieron los hot dogs. Fue Nathan Handwerker, quien los hizo famosos al abrir su propio puesto en 1916 y aún pueden disfrutarse.
El paseo marítimo es espectacular, con un magnífico suelo de madera, cuidadísimo, amplio… Es una delicia pasear por allí, aunque sea bajo cero. Y el parque de atracciones –no abre hasta medidos de abril– Fue el paraíso de la diversión el que vio nacer la primera montaña rusa del mundo en la década de 1880, totalmente de madera. Astroland abrió sus puertas en 1962 como un parque temático dedicado a la era espacial. El parque sobrevivió a un incendio en 1975 pero no a su decadencia, cerrando definitivamente el 7 de Septiembre de 2008. De Astroland se conserva la montaña rusa Cyclone y la noria Wonder Wheel declarados lugares de interés nacional. Mayo de 2010 abrió sus puertas el nuevo Luna Park con 19 modernas atracciones.
En la actualidad, Coney Island es un lugar de interés durante todo el año. En verano la playa es muy frecuentada por los neoyorquinos, con un paseo marítimo muy animado. Durante la noche la Parachute Jump, una torre de 80 metros de altura, construida para la Exposición Universal de 1939 se ilumina con distintos colores al ritmo de la música. El 4 de Julio participantes de todo el mundo compiten por comer el mayor número de perritos calientes en 10 minutos en el restaurante Nathan’s Famous.
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